Revolución Islámica de Irán.
Revolución Islámica de Irán, proceso revolucionario que tuvo lugar en 1978 y 1979, en Irán, por medio del cual los integristas (fundamentalistas) islámicos y sus seguidores derrocaron al sha Muhammad Reza Pahlavi. Los revolucionarios, encabezados por un líder religioso exiliado, el ayatolá Ruhollah Jomeini, acabaron con la monarquía laica y proclamaron la República Islámica de Irán. El nuevo régimen rechazó cualquier influencia de Occidente y fue dirigido de acuerdo con las enseñanzas islámicas chiitas.
El gobierno del Sha y la rebelión de Jomeini.
En 1963, el sha Muhammad Reza Pahlavi puso en práctica una serie de reformas sociales, económicas y políticas conocidas como la ‘Revolución Blanca’. Entre los cambios introducidos, destacaba la concesión de más libertades a las mujeres y la preeminencia de la educación laica sobre la religiosa. Este tipo de reformas cuestionaba el papel preponderante de los dirigentes religiosos, la mayoría de los cuales temía perder su poder y autoridad moral. A lo largo de la década de 1960, la actitud del Sha continuó provocando el descontento de los chiitas tradicionalistas, que constituían una gran parte de la población. Baste señalar que las grandes celebraciones conmemorativas del 2.500 aniversario del Imperio persa preislámico fueron interpretadas como una auténtica represalia por los millones de iraníes que consideraban que la llegada del islam en el siglo VII era la verdadera fecha fundacional del Irán moderno.
Por otro lado, el descontento ante la política del Sha comenzó a extenderse a otros sectores de la población. Los estudiantes e intelectuales rechazaban el sistema de gobierno autocrático y la corrupción de la familia real, que se había enriquecido a lo largo de sus cinco décadas en el poder. Muchos de los disidentes abogaban por un régimen de corte democrático y una distribución más equitativa de la riqueza del país. El malestar también cundió entre los miembros de las clases medias, los bazaaris, quienes apenas se habían beneficiado de los programas de desarrollo de la ‘Revolución Blanca’ o del rápido crecimiento que el país experimentó en la década de 1970 gracias al petróleo. La mayoría de los ingresos iba a manos de grandes compañías, especialmente aquéllas que mantenían vínculos internacionales o alguna conexión con la familia del Sha. Tanto los bazaaris como los musulmanes integristas desaprobaban los lazos de Irán con Occidente.
Todos estos factores contribuyeron al levantamiento de Ruhollah Jomeini, que a comienzos de la década de 1970 era un ayatolá relativamente desconocido. Jomeini contaba con ciertas aptitudes de las que carecían otros dirigentes. En primer lugar, parecía no tener miedo alguno: había sido el único religioso que se atrevió a criticar abiertamente la ‘Revolución Blanca’ del Sha ya en 1963. En segundo lugar, se presentaba como un hombre del pueblo y condenaba las ‘injusticias’ del régimen del Sha en nombre de las masas ‘oprimidas’. En tercer lugar, y más importante aún, Jomeini fue capaz de transformar el islam chiita en una ideología atractiva para muchos grupos. En el pasado, los dirigentes chiitas habían defendido que, a pesar de ser los chiitas una minoría pisoteada por la crueldad de distintos líderes, no era su misión derrocar el régimen gobernante y proclamar un Estado islámico. Por el contrario, la labor de estos clérigos era preservar la religión y aguardar el regreso del duodécimo imán, la figura mesiánica del chiismo cuya presencia era necesaria para el establecimiento de un Estado islámico. No obstante, Jomeini rechazó esta doctrina pasiva argumentando que el derrocamiento del Sha facilitaría el retorno del esperado imán. Incluso alentó a los iraníes a considerarle ese imán mesiánico. Propagó su atractiva mezcla de ideología revolucionaria y revitalización mesiánica movilizando a una amplia red de discípulos fieles. También fue capaz de granjearse el apoyo de las clases medias bazaaris, muy vinculadas a los ulemas, los estudiosos del islam.
El Sha expulsó a Jomeini de Irán en 1963. Éste se estableció finalmente en la sagrada ciudad iraquí de Najaf, desde la que difundió su mensaje a sus seguidores iraníes. El gobierno iraquí expulsó a Jomeini en 1978, ante el temor de que su doctrina provocara revueltas en Irak, tal y como había ocurrido en Irán. Se trasladó entonces a Francia, desde donde envió a Irán cintas grabadas con sus consignas revolucionarias.
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